Se dio la vuelta, ése era ése: ese ser gigantesco. No rehuyó, quedó atrapada por una maraña de rayos. Salían de ése, de sus ojos hacia sus pupilas. Ni vidrios ni excesivo calor, a una distancia corta, a tres metros escasos, una benévola energía.
Tendió la ropa, la estiraba, se la miraba, en las costuras intuía lo sucio. Se duchó cinco veces por la mañana, le gustaba. Dijo: te rociaré antes de marchar.
ROWLAND S. HOWARD (1959-2009): Murió el 30 de diciembre de 2009, 15 días después de cancelar un concierto en Melbourne por su estado de salud. El hígado que le tenían que transplantar nunca llegó.