Durante muchos años la otra plaza de la ciudad, Las Arenas, estuvo completamente abandonada hasta tal punto que, allí donde se había esparcido sangre a raudales, crecían matorrales y arbustos. Allí malvivían mendigos, los excluídos de la sociedad. Allí se formó una colonia compacta de gatos que paseaban toreritos. Algunas personas se acercaban a la ruina para dar de comer a los mininos. Los animales, por muy asilvestrados que estuvieran, no hacían ascos a ciertas comidas regaladas. Más vale salchicha de Frankfurt colgando que ratoncitos buscando...

1 comentario:
Y seguimos con José Tomás….Si “el valencianito” apareciera por casualidad, otro gallo nos cantaría ..Venga criticar sus aficiones y me parece que otros están más interesados en esos asuntos. Bueno, seguimos oculto querido amigo, mira que te haces de rogar.
¿LOs gatitos han pagado los 3OOO euros?
Publicar un comentario