Abajo vivían las beatas
con la sombra de un muerto.
El hijo perforado por
la palabra difícil.
Una mala praxis médica,
algo que acabó con su peritoneo.
Y al final había una casa,
la casa de la miseria.
Los jóvenes de arriba,
con lo poco que tenían,
habían emigrado más al Norte.
La mujer del tercero,
obesa, sedentaria y fatigada,
luchaba entre botellas y basura.
Y al final había una casa,
la casa de la miseria.
Gabriel comía vegetales.
Se erigió paradigma de lo rosáceo.
Paseaba, arriba y abajo,
con un carro
los pocos números
de una calle muy sucia.
Y al final había una casa,
la casa de la miseria.
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