Moderemos potros,
que no se desboquen.
Sigamos los pasos de un hombre pálido,
vigilante de brotes,
cuidador de una cosecha.
Hagamos aros o miradores
para divisar el océano,
para seguir.
Embarquémonos en crestas
y continuemos hasta el fondo,
hasta darnos en la cabeza con el paraíso,
con el desgarro de la verdad.
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