ME COLOCO DE ENFERMOS



domingo, 3 de abril de 2016

A-Z

Arnaud tenía un aire ascético, de un anacoreta perdido en una isla remota. Mirándole fijo a los ojos, se podía escuchar el último resonar de un navío a punto de naufragar. Aquella tarde subió la montaña para ver el mar desde lo alto. Dudaba sobre qué ruta debía seguir, cuando se topó de bruces con las letras A-Z semiescondidas por la hiedras del muro sobre el cual estaban sujetas. Una pared con dos letras misteriosas y dos figuras antropomórficas, que había sido la fachada principal de una red de túneles y de cámaras de almacenaje de pólvora para la guerra de Cuba. Algunos años más tarde, ese mismo muro llegó a ser la entrada espeluznante del túnel del terror de un antiguo parque de atracciones. Arnaud pensaba mucho en ese periodo en que el jardín había sido un lugar lleno de vida, donde había una gran noria y los niños parecían ser felices. ¿Dónde estarían aquellos chavales? De golpe, un ruido ensordecedor empujó las hojas secas que los árboles todavía tenían sobre sus ramas. Una de esas hojas provocó que la mirada de Arnaud virara. Sobre una piedra del muro se le apareció una florecilla azul. Arnaud se aproximó a ella,  que parecía de papel por su exquisita finura. Pero cuál fue el pavor, cuando en un punto más cercano, aquella flor era una especie de volcán donde un único humano podía apoyarse sobre su cráter. Y en un abrir y cerrar de ojos, una hechicera vestida de azul le tomó deformándose en zig-zag Z.

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