A ciertas horas,
parecemos muertos.
En noche cerrada,
tumbados en la cama,
los mosquitos se ceban,
maúllan bestias en celo.
Un paseante recorre las aceras,
el leve movimiento
nos separa del deceso.
Se cierra una puerta,
llega un ser blando,
llega y sopla al oído:
¡Amor, te llevo conmigo!
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