Bocas blandas,
incapaces para el mal,
palas suaves,
recogedoras de presas.
De ti tiraban y
tú apuntabas
a hipotético animal,
matabas donde oías.
De ti tiraban
corredores por vías
de zarzas.
Te importaba poco
acabar un ciclo vital,
te importaba poco
el desgaste del can.
Soñabas con la bala,
incrustándose.
Tu Jeep repleto,
reguero de sangre.
Aquella mañana,
de nuevo,
el coto te esperaba.
En pleno afeitado,
un zorro se vengó
llamando a tu puerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario