Soñaba el vaca con un grupito bien avenido y compacto en sus actuaciones. Temía a los peces espada, su precepto era: ¡por compasión, sardinas!. Asaltaban de repente la tienda, cuando en la calle había apenas gente. La pobre de la Tomasa se quedaba petrificada y se dejaba robar, por compasión, sardinas.
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