BOBBY FARRELL(1949-2010). Ha fallecido en San Petersburgo, Rusia. El animador y bailarín de Boney M no pasaba inadvertido, era un show en sí mismo, reinventándose en cada movimiento, en cada aparición. Un mismo tema, diferentes interpretaciones.
- 2-3 cucharadas de aceite de oliva - las sobras del pollo que se fue consumiendo en un caldo - 1 cebolla - 2 cucharadas de yogur griego - 1 pizca de sal - 1 pizca de canela en polvo - 1 pizca de clavo molido - 1 pizca de cardamomo molido - 3 cucharadas de leche - 2-3 trocitos de queso de cabra - 3 cucharadas de harina de maíz o lo que se requiera para alcanzar la consistencia de croqueta. - 1 huevo - pan rallado
Preparación:
Cortar la cebolla a trocitos. Calentar el aceite en una sartén y echar la fragmentación de la cebolla, que se dejará dorar a fuego lento. Mientras, se desmenuzan los restos del pollo que hayan quedado de haber hecho un caldo, poniendo especial cuidado en separar los huesecillos, no vayamos a tener un disgusto...Agregar, entonces, la masa filiforme del pollo a la cebolla y remover. Añadir la sal, la leche y el yogur, la pizca de canela, el clavo y el cardamomo, removiendo todo el conjunto. A continuación, dejar caer los trocitos de queso de cabra, que se disolverán con el calor de lo que se está cociendo. Añadir las cucharadas de harina de maíz y remover hasta conseguir la consistencia exacta. Retirar del fuego. Mientras se deja enfriar la masa, batir un huevo en un bol. Coger pequeñas porciones del resultado cocinado, otorgándoles la característica forma de croqueta. Acariciar la croqueta por el huevo y, finalmente, por un plato en el que se habrá esparcido una cantidad apropiada de pan rallado. Llegados a este punto, las croquetas estarán listas para sumergirse en una sartén con aceite de oliva caliente. Proporcionar, con una espumadera, tenedor o pinzas, las vueltas necesarias para el dorado preciso. Colocar las unidades resultantes en una fuente o plato con una base de papel de cocina, que ayudará a absorber el aceite sobrante.
Suena un ventilador.
A veces, necesito el silencio,
los recuerdos de un trolebús echando chispas,
sillones orejeros,
-enfrentados o alineados-
una casa oscura con living-room,
bípedos con capas,
como embutidos, colgados de un gancho,
vajillas visibles en una alacena.
En el desarrollo de una primavera,
me sacrificaría por algo salvaje,
por correr detrás de un zorro,
que se parara y dejara de correr.
Merendaría bajo arbustos arqueados,
oliendo a madreselvas.
Carmen Amaya inauguró la primera fuente de agua potable en el antiguo barrio barcelonés del Somorrostro. Tenía siete años y vivía en una chabola, a unos veinte metros de la fuente. Para festejar el evento, rompió una botella de anís contra la fuente, su padre tocó la guitarra y ella bailó por bulerías. El anís se lo bebió la fuente; los demás bebieron agua.
ENRIQUE MORENTE(1942-2010). La pena es que se ha ido, lastimosamente en la agonía, hospitalizado en Madrid. Su voz, por siempre, recorrerá el Albaicín. En la Catedral de Granada, un día, un pequeño seise con otros niños, cantaba, bailaba y tocaba las castañuelas. Él con Manolo Sanlúcar, él con Pat Metheny, él con Vicente Amigo, Tomatito, Lagartija Nick, con el Coro de las Voces Búlgaras, con Sr. Chinarro, con Los Planetas, con Sonic Youth. Él, múltiple, Morente.
Alguien las puso, alguien las quiso, alguien en el abismo del silencio, en una cama elástica con discos por doquier. Carátulas y risas, alguien las señala, orquestas alienígenas para niñas con superpoder.
“Parece ser que va a llover, el aire hoy es más cálido”, me dijo una mujer de aspecto amable y peinado imposible esta mañana en el ascensor. ¿Por qué nadie me iba a mentir allí?. Tal revelación me impidió dormir. Tracé un ambicioso plan; consistía en sobrevivir. Y mi voz era un imán, y así logré captar, paseando por el Carrefour, a un ejército de un centenar. Y nos reuniremos en los aeropuertos, y al calor de una smoking-room en la que no entra aire ni luz hablaremos del tiempo y acaso del gobierno, y trazaremos nuestro magno plan, y a una estación sucederá otra igual.
Parece ser que fracasé; mi rostro hoy no apareció por televisión. Da igual; yo, como buen occidental, sé nadar igual que un pez, un pez en un mar de mediocridad. Casi claudiqué. Les oí decir: “con lo que hay dentro de ti, no estará nada mal si mañana estás aquí”. Y en la cama de un sucio hospital continúo en soledad disparando como Kevin Ayers a una luna llena, tan, tan llena, que no puedo fallar, que no voy a fallar.
Y sé que no querrás volver a confiar en mí; ya nadie confía en la energía nuclear después de lo de Chernobyl. Pero el cielo, aun tan negro, es nuestro cielo, es nuestro, y tengo un ambicioso plan; consiste en sobrevivir.
(Yo te quiero, y no he hecho y sé que no haré jamás nada más real y nada más sincero. Yo te quiero, y tengo un plan para los dos; consiste en sobrevivir).