Los turistas que estos días visitan Barcelona deben flipar -y no por el buen tiempo, el sol, la playa, la comida, el alcohol y esas cosas tan típicas- por su sistema de transporte. Detrás de la que venden como una ciudad dinámica, moderna y competitiva se encuentra un completo desorden y una absoluta falta de previsión. Aquéllos que trabajan en agosto padecen las consecuencias y de qué manera, pero esto es tan sólo uno más de los desastres de la gestión municipal.
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