La bisabuela amortajaba, era de armas tomar. Gorda como un elefante, la tenía de dama de compañía. Si miraba hacia la izquierda desde la cama, su rostro -mitad pintura, mitad fotografía -colgaba junto con el del bisabuelo en la pared. La supermuerta regentaba la habitación del teléfono, el bisnieto era su inquilino punk.
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